miércoles, 19 de octubre de 2011

Extraña noche en el Palau

PALAU DE LA MÚSICA CATALANA
17/octubre/2011
Mozarteum Orchester Salzburg
Cor de Cambra del Palau
Dir: Ivor Bolton
Varios solistas

Parece extraño, incluso paradójico, que en un mismo concierto puedas disfrutar al máximo de la interpretación de una obra y, por el contrario, llegar a aborrecer la interpretación de otra. Pues bien, estas cosas pasan, y es lo que se pudo ver el lunes en el Palau de la Música.

Antes de nada, cabe decir que la Mozarteum Orchester Salzburg, orquesta invitada para esta segunda cita del ciclo Palau 100, es una de las más destacadas en repertorio clasicista y estuvo magnífica, de principio a fin.

Sandrine Piau
El concierto se abrió con la popular Sinfonía "Londres" de Haydn, una exquisita muestra de buen gusto que se vio reforzada por los instrumentos originales de la agrupación, que supo extraer la mágica sensación de estar jugando que tanto caracteriza a este periodo. Ahí pudimos ver el genio del maestro Ivor Bolton que, pese a su peculiar forma de dirigir, sabe sacar partido a una orquesta tan brillante como la que dirige.

No obstante, el desastre llegó en la segunda parte, en la que se hizo sonar la Misa en do menor de Mozart, una de las composiciones más profundas del autor austriaco. Pero el problema no residió en el Cor de Cambra del Palau, que hizo un habitual ejercicio de magnificencia en los múltiples pasajes en que cantó, ni en la orquesta, que siguió con la misma magnífica tónica que al principio. Fueron los solistas los que enturbiaron el fantástico ambiente, siendo cada cual más pintoresco, y eso que prometían:

Jeremy Ovenden
Sandrine Piau, conocida por sus colaboraciones con grandes batutas, estuvo realmente decepcionante. Ausente de voz, parecía cantar hacia dentro, incluso angustiaba en ciertas notas altas. Aunque debo admitir que su Et incarnatus est fue emotivo y nada tuvo que ver con el resto.

Por su parte, Veronique Cangemi mostró al mundo cómo no debe cantarse Mozart. Y es que voz tiene, lo que le falta es técnica, tal y como pudimos ver en los compases más rápidos y en la interpretación de florituras. Le venía demasiado grande.

Volví a encontrarme con Jeremy Ovenden, ese tenor del que ya hablé dos entradas más abajo. Pues bien, fui al Palau con la intención de reconciliarme con él y pasar por alto el hecatombre de su paso con la Finta por el Real, pero creo que todavía salí más contrariado. Hacía tiempo que no veía fraseos tan pobres, mecánicos y ausentes de melodía y, me reitero, este señor no tiene voz y, más que cantar, parece que recita. Aparte, en los ensembles no se le oía aunque, en parte, mejor.

Por suerte, sí hay que alabar la breve pero convincente ejecución del bajo Andrew Foster Williams que, aunque solo participó en el único cuarteto de la Misa, lució una brillante y potente voz, así como una técnica concisa, colorista y muy mozartiana.

La Mozarteum Orchester Salzburg

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